Bajando por el camino que tejen las hebras castañas que se convierten en miel cuando el sol deja caer algunos rayos en él, encontrarás el nacimiento de su rostro; la piel tersa, lisa, con el color natural, ligeramente tostada, bronceada pero clara, envidiable en lo limpia y suave que se ve a simple vista; te llama a rozarla y admirarla, te recuerda al lápiz de palo con el que los niños pintan el rostro en los dibujos de sus familias.
Las cejas pobladas enmarcan sus párpados que parecieran estar cansados, somñolientos, te inducen al sueño, a recostarte en el césped del color de sus ojos, y dormir el tiempo que sea necesario para quitar el cansancio que se acumula en tu cuerpo después de liberarte y gritar aquello que tenías guardado. Las pupilas que respiran al compás de sus pensamientos, de su subconsciente, de sus emociones y de lo que en realidad no siente. El iris cambiante, refleja los colores de la naturaleza que te recuerdan a la primavera, oscilando entre tonos verdes y pardos, la tierra seca y expresiva. Las pestañas invisibles, como telas de arañas, como finos hilos platinos que cubren su mirada, la mirada que se pierde, que se escapa; no esperes que te mire, te rehúye la mirada para que no sepas qué esconde su alma.
"Las sombras que reflejan sus largas noches de desvelos, pensando." (Sus ojeras descritas por él).
Y las mejillas esparcidas, libre de los vellos de la anatomía, perfilan su rostro junto con sus patillas, que dan el nuevo nacimiento a su cabellos. Los labios en un punto medio, ni tan delgados ni tan gruesos, que te atrapan cuando se abren para liberar sus palabras, sus historias, sus ideas diversas e inconexas. La voz te atrapa, las historias te mantienen despierta y atenta y los comentarios te permiten participar y sentir que puedes opinar.
No parece tímido, no parece extrovertido, quizás ni siquiera logres sacar una primera impresión de él. Y si la consigues, ten cuidado, que esta puede ser completamente errónea, porque los ojos son las puertas del alma, y los suyos siempre cambian.
Las cejas pobladas enmarcan sus párpados que parecieran estar cansados, somñolientos, te inducen al sueño, a recostarte en el césped del color de sus ojos, y dormir el tiempo que sea necesario para quitar el cansancio que se acumula en tu cuerpo después de liberarte y gritar aquello que tenías guardado. Las pupilas que respiran al compás de sus pensamientos, de su subconsciente, de sus emociones y de lo que en realidad no siente. El iris cambiante, refleja los colores de la naturaleza que te recuerdan a la primavera, oscilando entre tonos verdes y pardos, la tierra seca y expresiva. Las pestañas invisibles, como telas de arañas, como finos hilos platinos que cubren su mirada, la mirada que se pierde, que se escapa; no esperes que te mire, te rehúye la mirada para que no sepas qué esconde su alma.
"Las sombras que reflejan sus largas noches de desvelos, pensando." (Sus ojeras descritas por él).
Y las mejillas esparcidas, libre de los vellos de la anatomía, perfilan su rostro junto con sus patillas, que dan el nuevo nacimiento a su cabellos. Los labios en un punto medio, ni tan delgados ni tan gruesos, que te atrapan cuando se abren para liberar sus palabras, sus historias, sus ideas diversas e inconexas. La voz te atrapa, las historias te mantienen despierta y atenta y los comentarios te permiten participar y sentir que puedes opinar.
No parece tímido, no parece extrovertido, quizás ni siquiera logres sacar una primera impresión de él. Y si la consigues, ten cuidado, que esta puede ser completamente errónea, porque los ojos son las puertas del alma, y los suyos siempre cambian.
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